De la A, a la Z
Recuerdo que, cuando éramos niños,Adrián y yo fuimos a la misma escuela primaria. Jugábamos durante el recreo y, en la tarde, como también éramos vecinos, nos reuníamos a jugar después de hacer la tarea. Los domingos íbamos a la "matinée", función matutina en el Cine Reforma y veíamos capítulos del Zorro, aquel espadachín enmascarado, justiciero y vengador que, despuès de derrotar a sus enemigos, les trazaba en la frente con la punta de su espada, la Z inicial de su nombre. Recuerdo que a él le llamaba mucho la atención el Zorro y admiraba sus hazañas. En el pizarrón de nuestra aula se veía casi siempre la letra Z aunque sea pequeña, en alguna esquina. En las calles que recorríamos para regresar a nuestros domicilios también se notaba la Z en las paredes, pintada con pedacitos de gis que Adrián sustraía del salón de clases.
Iniciamos juntos la secundaria, pero antes de terminar el primer año, él dejó de asistir, cuando le pregunté por qué, me dijo que tenía que ayudar a su papá en el negocio de venta de pan que tenía, pero sólo sería una temporada ya que el año próximo se inscribiría nuevamente en la escuela.
Por razones familiares, a partir del segundo año, la secundaria la realicé en la ciudad de México, donde nos fuimos a vivir. Al principio nos carteábamos y era divertido contarnos como nos iba a cada uno. Según me dijo Adrián, ya no se inscribió en la escuela y siguió trabajando con su padre.
Como a los catorce años nos dejamos de comunicar, pues noté que a él ya no le interesaban nuestras confidencias y tras un espaciamiento cada vez mayor sus cartas, con la Z como firma dejaron de circular.
Cuando terminé la secundaria, fui con mis padres a nuestra tierra y traté de encontrar a mi amigo, pero me platicó su mamá que, al morir el padre de Adrián, él se había ido a trabajar al Estado de Tamaulipas, con unos parientes lejanos.
No volví a saber de mi amigo, admirador del Zorro y difusor de la Z emblemática, inicial de su nombre.
Años después terminé mi licenciatura en criminalística y, recientemente, en una oficina de la policía federal, mientras esperaba a un colega, me puse a ver una cantidad de fotografías de maleantes muertos durante un tiroteo en Tamaulipas. En una de ellas encontré a mi amigo, muerto a balazos por agentes federales. Su fotografía tenía escrito en un ángulo: "Adrián López Mendoza (a) Zeta 49" y escrita con tinta roja, a todo lo ancho, una Z que no era la del Zorro que tantas veces pintó mi amigo en tantas paredes.
Angel Ramos noviembre de 2010
Iniciamos juntos la secundaria, pero antes de terminar el primer año, él dejó de asistir, cuando le pregunté por qué, me dijo que tenía que ayudar a su papá en el negocio de venta de pan que tenía, pero sólo sería una temporada ya que el año próximo se inscribiría nuevamente en la escuela.
Por razones familiares, a partir del segundo año, la secundaria la realicé en la ciudad de México, donde nos fuimos a vivir. Al principio nos carteábamos y era divertido contarnos como nos iba a cada uno. Según me dijo Adrián, ya no se inscribió en la escuela y siguió trabajando con su padre.
Como a los catorce años nos dejamos de comunicar, pues noté que a él ya no le interesaban nuestras confidencias y tras un espaciamiento cada vez mayor sus cartas, con la Z como firma dejaron de circular.
Cuando terminé la secundaria, fui con mis padres a nuestra tierra y traté de encontrar a mi amigo, pero me platicó su mamá que, al morir el padre de Adrián, él se había ido a trabajar al Estado de Tamaulipas, con unos parientes lejanos.
No volví a saber de mi amigo, admirador del Zorro y difusor de la Z emblemática, inicial de su nombre.
Años después terminé mi licenciatura en criminalística y, recientemente, en una oficina de la policía federal, mientras esperaba a un colega, me puse a ver una cantidad de fotografías de maleantes muertos durante un tiroteo en Tamaulipas. En una de ellas encontré a mi amigo, muerto a balazos por agentes federales. Su fotografía tenía escrito en un ángulo: "Adrián López Mendoza (a) Zeta 49" y escrita con tinta roja, a todo lo ancho, una Z que no era la del Zorro que tantas veces pintó mi amigo en tantas paredes.
Angel Ramos noviembre de 2010
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